Las distintas escuelas filosóficas de la antigüedad tuvieron como uno de sus principios obtener la paz mental y la serenidad del alma. El maestro Aristóteles paseaba con sus discípulos por el jardín reflexionando sobre la vida, y ese caminar les facilitaba un estado de calma necesario para sus enseñanzas. Este círculo filosófico de la Grecia antigua se denominó la Escuela Peripatética, adjetivo cuya etimología procede del término griego peripatein, que significa pasear.

Ciertamente, desde el primer día que empecé a caminar con bastones de Marcha Nórdica, me resulta más fácil mantener mi serenidad y poder reflexionar mientras camino. Podría haber sido un buen discípulo de los filósofos griegos, ahora lo estoy intentando.

Camino por el Mediterráneo con su brillante luz y su brisa templada. El vaivén de sus olas arrullan mi placentera caminata, mis pensamientos van y vienen hasta detenerse sobre uno de los valores que me preocupan, el control emocional. Posiblemente sea el valor más difícil de asimilar. Se trata de mantener siempre la calma y la estabilidad interior, en la adversidad y el éxito.

Quien no tiene capacidad para conocerse, no podrá resolver con oportunidad sus propios conflictos y facilitará que la inquietud, la ansiedad,  la angustia, la desesperación y la violencia se apoderen de sus actitudes. Si ha madurado emocionalmente, tendrá los conocimientos y la actitud necesaria para ser capaz de sostener dificilísimas pruebas en calma y serenidad, mucho mejor que lo que pueda imaginar.

Los estoicos me recuerdan: El dominio de uno mismo, el no dejarse arrastrar por nada, el buen ánimo en todas las circunstancias y especialmente en las enfermedades: la moderación del carácter. Uno debe de ser el dueño de sus emociones, que nadie pueda verle perdiendo la compostura. Así será una persona admirada y respetada.

«El sabio no dice todo lo que piensa, pero siempre piensa todo lo que dice» – Aristóteles

Controla y censura las palabras que diriges a los demás. Evita todo aquello que contribuya a suscitar conflicto. No disputes, discute con bondad, simpatía y seguridad; dominando tus emociones, sabiendo comprender a los demás y haciéndote comprender. En vez de discutir, escucha. De esta forma podrás comprobar como la ira de los demás se aplaca y logras su simpatía. No digas nada que no firmarías después.

No actúes nunca apasionadamente, todo saldrá mal. La compostura de la persona es la fachada del alma. La persona vale según su peso moral y su control emocional.